El Camino Biblico hacia la Abundancia de Dios
Cuando hablamos de la generosidad, debemos ser conscientes de que se trata de esa inclinación o propensión del ánimo para anteponer el decoro a la utilidad y al interés.
Es decir, si somos generosos, nos comportamos con liberalidad. Tal vez esta sea una cualidad que heredamos de nuestros mayores, pero no está reñida con nuestros deseos de ser diferentes. Ante esto, tengamos presentes que la genuina generosidad recibe sus dividendos y eso es, precisamente, de lo que trata mi libro El poder de la generosidad.
Creo que el Señor no quiere que cada vez que tengamos un proyecto, cada vez que acariciemos un deseo, cada vez que Él ponga un sueño en nuestro corazón, le pidamos permiso al dinero para hacer la voluntad de Dios.
Si Dios deposita un sueño en su corazón, declare a partir de hoy: «Señor, si pusiste este sueño en mi corazón, sé que vas a darme la provisión para que se cumpla. Seré fiel en lo poco, y tú me darás lo verdadero, lo que tienes preparado para mí».
Cuando la bendición viene porque le hemos pedido al Señor el milagro, es para ponernos a cuenta con Él.
Al recibir el milagro, lo primero que tenemos que hacer es invertir en la deuda: ¡Pagar! Eso fue lo que hizo la viuda en los tiempos de Eliseo y, como Dios es un Dios de abundancia, que abre las ventanas de los cielos y derrama bendición sobre nuestra vida hasta que sobreabunde, le dijo a la viuda después que pagó: «Tú y tus hijos vivid de lo que quede».
Es decir, le dio un negocio que ella podía administrar y desarrollar por el resto de su vida, no solo para «sobrevivir», sino para vivir de la sobreabundancia. ¿Sabe por qué? Porque Dios no quiere que lleguemos a cero; Él desea hacernos entrar en su sobreabundancia.
¿Tiene deudas? Vaya y venda su aceite, mucho o poco, use la bendición de Dios, pague a sus acreedores y, junto a sus hijos, viva de lo que le quede.
La Biblia narra también la historia de un hombre que trabajaba en el campo con un hacha prestada. En un momento, la cabeza del hacha se le escapó y cayó en el río Jordán.
Ante la preocupación de aquel hombre se produjo un milagro: ¡El hierro flotó! Entonces, en ese momento, el profeta Eliseo le dijo: «¡Tómalo!». Eso es lo que usted tiene que hacer: Tomar la bendición que Dios quiere darle.