«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo» (Juan 12:24).
Un campesino acudió una vez a Tauler para confesarle algo; pero en vez del campesino confesarle a Tauler, este le confesó algo al campesino. El gran predicador dijo: «No estoy satisfecho». El campesino replicó: «Tauler tiene que morir antes que pueda estar satisfecho».
Ese gran hombre, a quien miles escuchaban, se aisló en un lugar de quietud y le pidió a Dios que obrara esa muerte en él.
Después de haber estado allí por dos años, salió y reunió a su congregación. Una gran multitud fue a escucharlo, porque había sido un predicador maravilloso. Comenzó a predicar, pero perdió el control y se echó a llorar. El público se dispersó diciendo: «¿Qué le pasa a Tauler? Ya no puede predicar como lo hacía antes. Hoy ha fracasado».
La próxima vez que predicó solo se reunieron unos cuantos, los que habían vislumbrado algo, y les predicó a ellos con un corazón quebrantado; pero el poder de Dios descendió. Dios, por el poder del Espíritu, ¡había hecho morir a John Tauler! —Seleccionado Amado, ¿está dispuesto a ser crucificado con Cristo?