«La paz les dejo; mi paz les doy… No se angustien ni se acobarden» (Juan 14:27).
El difunto obispo Moule ha contado cómo en cierta ocasión durante la guerra, al concluir un espectáculo ofrecido para los hombres que iban al frente, un joven oficial se levantó a petición de su coronel para dar las gracias en nombre de los soldados.
Lo hizo con palabras agradables y graciosas. Entonces de repente, como si se le hubiera ocurrido en el momento y en un tono diferente, añadió: «Pronto estaremos cruzando a Francia y a las trincheras y, desde luego, es muy posible que a la muerte.
¿Puede algún amigo aquí decirnos cómo morir?». Hubo un silencio largo y tenso. Entonces vino la respuesta. Una de las cantantes se dirigió en silencio al frente del escenario y comenzó a cantar la gran aria de Elías: «Descansa en el Señor».
Al terminar la canción, casi no hubo quien no llorara. He aquí, más que cualquier otra cosa, lo que cada uno de nosotros necesita en la batalla de la vida: un corazón que ha llegado a descansar en Dios, una voluntad rendida por completo. Este es el gran secreto. Es lo único que nos sacará adelante de manera honorable. —James Stewart