Los Fundamentos de la Salvación
Porque en otro tiempo érais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz. Efe. 5: 8.
El que mandó que la luz resplandeciera en medio de las tinieblas, arroja luz sobre la mente de todos los que quieran considerarlo como corresponde, amándolo supremamente, y manifestando una fe y una confianza inquebrantables en él. Su luz alumbra las cámaras de la mente y el templo del alma.
El corazón se llena con la luz del conocimiento de la gloria que brilla en el rostro de Jesucristo. Y con esa luz viene el discernimiento espiritual. . . Al ceder voluntariamente a la evidencia de la verdad, y al caminar en la luz que alumbra nuestra senda, recibimos aún más luz. Mediante el poder de la manifestación de la gloria divina, progresa constantemente nuestra comprensión espiritual. . .
El conocimiento de la verdad que tenía Cristo era directo, positivo, sin sombras. Mientras más conozca el hombre a Jesucristo, más cuidadoso será para tratar con respeto, cortesía y corrección a sus semejantes. Ha aprendido de Cristo y sigue su ejemplo en palabra y acción. Por fe está unido con Cristo.
"Nosotros somos colaboradores de Dios" (1 Cor. 3: 9). Cristo oró para que se manifestara unidad entre sus seguidores. Esta unidad es la evidencia que debe convencer al mundo de que Dios envió a su Hijo para salvar a los pecadores.
Servimos a Cristo al manifestar un amor mutuo verdadero, puro y santo. Los que han sido elegidos para relacionarse con las instituciones del Señor, deben ser hombres consagrados, abnegados, con espíritu de sacrificio, que vivan no para complacerse a sí mismos, sino al Maestro.
Estos son los hombres que honrarán las instituciones del Señor. Un conocimiento de Dios y de Cristo es positivamente esencial para la salvación. Perdemos mucho cada día si no aprendemos más de la mansedumbre y la humildad de Cristo. Los que aprenden de Cristo obtienen la educación más elevada.
Por medio de la fe y la dependencia de la gracia salvadora de Cristo, crecen en conocimiento y sabiduría. Aman y alaban al Señor. Los que lleguen a ser salvos deben preocuparse en esta vida de que cada día reciban la gracia de Dios, no para atesorarla con egoísmo, sino para impartirla a fin de que sea bendición para los que se relacionan con ellos, para ayudarlos a educarse en las cosas espirituales