Cree Nada Más | Marcos 5:36

«Cree nada más» (Marcos 5:36).

Una anciana con una aureola de pelo plateado, con lágrimas que corren por sus mejillas, con sus manos gastadas ocupadas sobre la tabla de lavar en una habitación pobre, ora por su hijo John.

John, que se fue del hogar en su adolescencia para convertirse en marinero; John, de quien ahora le han informado que se ha convertido en un hombre muy malvado; orando, orando siempre, para que su hijo pueda ser de utilidad para Dios.

La madre creía en dos cosas: el poder de la oración y la transformación de su hijo. Así que mientras restregaba, continuaba orando. Dios contestó la oración operando un milagro en el corazón de John Newton. Las manchas negras del pecado se hicieron blancas lavadas en la sangre del Cordero. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve!

Las oraciones desde la tina de lavar fueron escuchadas, como lo son todas las oraciones cuando se ora en su nombre. John Newton, el marinero borracho, se convirtió en John Newton, el marinero predicador.

Entre los miles de hombres y mujeres que trajo a Cristo estuvo Thomas Scott, refinado, egoísta y satisfecho consigo mismo. Por causa de las oraciones desde la tina de lavar, otro milagro se operó y Thomas Scott usó su pluma y su voz para guiar miles de corazones incrédulos a Cristo, entre ellos, un joven melancólico, que se llamaba William Cowper.

Él también fue lavado por la sangre que limpia y en un momento de inspiración escribió:
Hay un precioso manantial de sangre de Emanuel
Que purifica a cada cual que se sumerge en él.

Y esa canción ha traído a incontables miles al Varón que murió en el Calvario. Entre los miles estaba William Wilberforce, que llegó a ser un gran estadista cristiano y desató las cadenas de los pies de miles de esclavos británicos.

Entre los que él llevó a los pies del Señor estaba Leigh Richmond, un clérigo de la iglesia establecida en una de las islas anglonormandas.

Él escribió un libro, The Dairyman’s Daughter [La hija del lechero], que se tradujo a cuarenta idiomas y, con la intensidad de las llamas cuando saltan, encendió el amor de Cristo en miles de corazones.

Todo eso sucedió porque una madre tomó la promesa de Dios en serio y oró para que el corazón de su hijo pudiera llegar a ser blanco como la espuma del jabón en la tina de lavar.