Nacerá el Sol de justicia | Malaquías 4:2

«Para ustedes que temen mi nombre, se levantará el sol de justicia trayendo en sus rayos salud [salvación]» (Malaquías 4:2).

Un viajero de Suramérica cuenta acerca de un conflicto curioso que una vez presenció entre un pequeño cuadrúpedo y un reptil venenoso de gran tamaño. Al parecer, la pequeña criatura no podía con su antagonista, que amenazaba con destruirlo de un golpe, así como también a su indefensa cría; pero sin temor se enfrentó a su poderoso enemigo y corriendo hacia él, lo golpeó con una sucesión de golpes fieros y eficaces.

Al atacar, recibió una herida profunda, que parecía mortal, de los colmillos venenosos del reptil, que destellaron por un momento con fuego ardiente y después se hundieron en lo profundo de la carne del pequeño pero atrevido asaltante.

Por un momento parecía que todo había terminado, pero la sabia criatura se retiró de inmediato al bosque y apresurándose a un pantano, devoró con avidez algunas de sus hojas y después se apresuró a regresar, aparentemente fresco y restaurado, para renovar el combate con vigor y determinación.

Una y otra vez se repitió ese extraño espectáculo: la serpiente, aunque exhausta, atacaba con ferocidad, y una y otra vez según parecía, hería de muerte a su antagonista; pero la pequeña criatura cada vez se restablecía con su simple receta y regresaba a una victoria renovada.

En el transcurso de una o dos horas, la batalla terminó: el reptil gigantesco yacía inmóvil, muerto, y el pequeño vencedor estaba ileso, en medio de su nido y sus indefensas crías.

¡Cuán a menudo somos heridos por el aguijón del dragón, al parecer heridos de muerte! Y si tuviéramos que pasar por una larga ceremonia para alcanzar la fuente de vida, desmayaríamos y moriríamos.

Pero bendito sea su nombre. Tan cerca de nosotros como la planta que crece a la sombra del bosque, hay siempre una Planta de sanidad con la que podemos restablecernos continuamente y regresar renovados, vigorizados, transfigurados, como Aquel que resplandeció con el brillo de la luz celestial mientras oraba en el monte; quien mientras oraba en el huerto, se levantó triunfante sobre el temor de la muerte, fortalecido desde lo alto para librar la poderosa batalla de nuestra redención.
—A. B. Simpson