«Él es todo un encanto» (Cantares 5:16).
Qué glorioso es el hecho de que haya una vida que se pueda exhibir ante los ojos de la humanidad como el ejemplo perfecto. Hubo labios que nunca hablaron crueldad, que nunca pronunciaron una mentira; hubo ojos que nunca miraron nada, sino con amor, pureza y gozo; hubo brazos que nunca se cerraron contra la desdicha o el arrepentimiento; hubo un pecho que nunca palpitó con pecado ni jamás fue excitado por un impulso impuro; hubo un hombre libre de todo egoísmo indebido y cuya vida la empleó para hacer el bien.
Hubo uno que amó a toda la humanidad, que la amó más que a sí mismo y que se entregó a la muerte para que aquella pudiera vivir, hubo uno que fue hasta las puertas de la muerte para que las puertas de la muerte no prevalecieran contra nosotros; hubo uno que estuvo en la tumba, con su humedad, con su frialdad, con su horror y le enseñó a la humanidad cómo podía trascender la tumba; hubo uno que, aunque caminó sobre la tierra, tuvo su diálogo en el cielo, que quitó el velo que escondía de la vista la inmortalidad y que nos presentó a Dios el Padre en toda su gloria y en todo su amor.
Él es el modelo que se exhibe en la Iglesia de Cristo. La Iglesia acude a la cruz y se reúne alrededor de Jesús; y es porque él es tan atractivo, amoroso y glorioso que vienen desde los cabos de la tierra para ver la salvación de Dios.
—Obispo Matthew Simpson
Oh, no hay nada tan admirable, nada que no nos parezca en nuestros mejores momentos tan digno de ser buscado y tan valioso como esa santidad que es la cumbre de la verdadera perfección; no una santidad que es distante y fría, sino una que hace los ojos más tiernos en su visión suavizada, los labios más prósperos en conversación agradable y la mano más útil en el servicio presto; que termina con las pasiones y el egoísmo, la aspereza y la mezquindad en el corazón humano, que lleva al hombre a Dios y trae a Dios al hombre; y la cual, si llegara a ser predominante y universal, haría de cada alma un cielo en miniatura y cambiaría nuestra tierra deplorable en un paraíso recobrado.
«Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu» (2 Corintios 3:18).
—Obispo Ninde
La Biblia es el conjunto de libros canónicos del judaísmo y el cristianismo. La Biblia es la Palabra de Dios, escrita por hombres inspirados por el Espíritu santo
