«4 Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. 5 Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado.» (Isaías 40:4, 5).
¿Y qué es la gloria de Dios? Es el ministerio del amor. No tenemos que esperar tener unidad de opiniones; tenemos que empezar por tener unidad de corazones. Debemos estar unidos, aunque no «veamos las cosas desde el mismo punto de vista».
Usted y yo podemos mirar las mismas estrellas y llamarlas con nombres diferentes. Usted es astrónomo y yo soy campesino, para usted son mundos enteros; para mí son velas colocadas en el firmamento para alumbrar mi camino de regreso al hogar.
¿Qué importa? ¿No disfrutaremos su gloria aunque no estemos de acuerdo acerca de ella? Tomémonos de la mano en cuanto al mensaje antes de arreglar nuestra disputa respecto al mensajero.
Ustedes que se paran sobre la costa y discuten acerca del número de las olas, mientras tanto hay un trabajo para que ustedes lo hagan y lo hagan juntos. Hay viajeros que han naufragado mar adentro, llorando y clamando.
Han unido sus manos en oración y no han escuchado respuesta excepto el eco de su llanto. ¿Clamarán en vano? ¿Tendrán que esperar hasta que ustedes hayan contado las olas que los consumen?
¿Se estremecerán en la tormenta mientras discuten acerca del nombre del bote salvavidas? ¿Qué importa cómo llamemos al bote salvavidas si solo cada uno de nosotros cree en él?
Salgan de las minas, hermanos míos. Traigan a las almas que han perdido su compás, a las vidas que han roto su timón, a los corazones que han rasgado sus velas. Ellos no le preguntarán el nombre de su bote salvavidas; aun el ángel de Jacob no tenía nombre.
Tal vez ustedes no vean las cosas desde el mismo punto de vista, pero la revelarán juntos; revelarán la gloria del Señor. Sean la iglesia de los que tienen compasión y están unidos. Vean la faz del Maestro, toquen juntamente la huella de los clavos. Mañana, le verán tal como él es.
—George Matheson