«Acab le contó a Jezabel todo lo que Elías había hecho, y cómo había matado a todos los profetas a filo de espada. Entonces Jezabel envió un mensajero a que le dijera a Elías: “¡Que los dioses me castiguen sin piedad si mañana a esta hora no te he quitado la vida como tú se la quitaste a ellos!”
»Más tarde, la palabra del SEÑOR vino a él.
—¿Qué haces aquí, Elías? —le preguntó» (1 Reyes 19:1–9).
¿Qué hizo Dios con Elías, su siervo tan cansado y desalentado? Lo dejó dormir y luego le dio algo bueno para comer. Elías había hecho un tremendo trabajo y en su excitación había corrido delante del carro de Acab «y llegó a Jezrel antes que Acab» (1 Reyes 18:46).
Pero la carrera había sido demasiado para él pues había agotado sus fuerzas físicas, provocándole finalmente una severa depresión. Así como otros en esa condición necesitan dormir y que se preste atención a su padecimiento, las exigencias físicas de Elías reclamaban ser atendidas.
Hay mucha gente muy valiosa que termina donde terminó Elías, debajo de «un arbusto» (1 Reyes 19:4). Cuando esto ocurre, las palabras del Maestro son especialmente reconfortantes: «Levántate y come, porque te espera un largo viaje» (1 Reyes 19:7). En otras palabras: «Yo te voy a refrescar».
Por lo tanto, nunca debemos confundir cansancio físico con debilidad espiritual.