«El viento tempestuoso que cumple su mandato» (Salmos 148:8).
¿Ha ido alguna vez al bosque entrada la tarde en un día de viento huracanado y lluvia torrencial? ¿Ha visto usted alguna vez un espectáculo o escuchado un sonido más lóbrego? El susurro del viento a través de las ramas casi desnudas, el gotear continuo de la lluvia sobre los montones de hojas marchitas, el aire lleno de hojas que caen volando hacia la lobreguez del bosque como hacia una tumba, los delicados colores del tronco y del musgo, todo transformado, manchado y mezclado al empaparlos la lluvia: ¡qué difícil es creer que semejante lobreguez se relaciona en alguna manera con la belleza de ese bosque en el verano!
Y sin embargo, sabemos que es ese mismo viento que está meciendo los árboles y aullando con tanta melancolía, esa misma lluvia que cae y esas mismas hojas podridas, los que ayudarán a vestir los árboles del bosque con verdor el año próximo y harán que el bosque cante de gozo y palpite al estar lleno de vida.
Todas las variaciones del tiempo son favorables al desarrollo del árbol robusto y bien enraizado; hasta el huracán que lo desnuda de sus hojas y sus ramas, vivifica todos sus impulsos vitales, obligándolos a emplear una fuerza mayor.
Si el árbol se corta en parte, el resultado es un tronco más robusto y un crecimiento más compacto y simétrico. Aun si es derribado por la tormenta, sus bellotas se esparcen y llegan a ser las semillas del bosque. En su ruina vuelve al suelo, del cual nacen otros árboles.
Asimismo, usted es mejor, más puro y más fuerte hoy por causa de las lágrimas, los suspiros y la desolación. Usted sabe y el mundo también que su vida es más significativa, más serena, más confiada, menos egoísta, más desligada de los cinco sentidos; en una palabra, que todo el ambiente de alguna manera, es más puro y más vigorizante.
«El viento tempestuoso que cumple su mandato» y el alma que oye la agitación del batir de las alas todopoderosas alaba a Dios por la tormenta: la tormenta que nos liberta de la holgura debilitante; el diluvio que nos lanza sobre la Roca eterna.
Las tormentas hacen fuerte al árbol. ¡Los sufrimientos hacen fuerte al santo!