Ha Resucitado | Marcos 16:6

«¡Ha resucitado!» (Marcos 16:6).

Un niñito contemplaba con detenimiento un cuadro en la vidriera de una tienda de arte: la tienda tenía en exhibición un famoso cuadro de la crucifixión. Un caballero se acercó, se detuvo y miró. El niño, observando su interés, dijo: «Ese es Jesús». El hombre no respondió y el niño continuó: «Esos son soldados romanos». Y, después de un momento: «Ellos lo mataron».

«¿Dónde aprendiste eso?», preguntó el hombre.
«En la Escuela Dominical de la misión», fue la respuesta.
El hombre dio la vuelta y se fue con ademán pensativo. No se había alejado mucho cuando escuchó una voz juvenil que lo llamaba: «Oiga, señor», y pronto el niño lo alcanzó. «Oiga, señor», repitió, «quería decirle que él resucitó».

Ese mensaje que el niño casi olvidó es el mismo que ha venido trasmitiéndose a través de los tiempos. Es el mensaje de la Pascua de resurrección, la historia del triunfo eterno de la vida sobre la muerte, la promesa y el compromiso de la inmortalidad del hombre.
¡Para él la tumba no era el destino final!

¡Este es el día de buenas nuevas! ¡Vaya pronto y dé el mensaje! «¡Ha resucitado!». ¡Aleluya! Cristo ha resucitado. El Hades no pudo detenerlo. La corrupción no pudo devorarlo. «Yo soy el que vivo y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén.

Y tengo las llaves de la muerte y del Hades». ¡Bendito sea Dios! Jesús vive para no morir jamás. Vaya pronto a dar las buenas nuevas en todo lugar.
En mi mente uno de los relatos de esa primera mañana de resurrección tiene una secuencia natural que es tanto hermosa como descriptiva.

Es la historia de las mujeres que se apresuraron a ir al sepulcro, y dice: «Vinieron al sepulcro, ya salido el sol».
La gloria de la mañana de resurrección es el rojo del sacrificio en el firmamento matinal.