«Sucedió que, mientras hablaban y discutían, Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos» (Lucas 24:15).
Una noche de primavera… y dos hombres van por el camino a Emaús, entristecidos por la muerte de su Maestro, doblegados bajo su carga, cuando de repente Otro los alcanza mientras caminan.
Un Extraño acomoda su paso al de ellos mientras hablan con intensidad de lo que hay en su corazón, impulsados por un gozo profundo.
Cuando llegan a Emaús se resisten a dejarlo ir, así que lo obligan a quedarse y compartir su sencillo alojamiento. Y mientras él parte el pan… lo reconocen. Saben que es el Señor.
Ah, que nos alcance mientras andamos por la senda de la vida. Qué su luz radiante se derrame a lo largo de nuestro camino de tristeza… ¡Oh!, que venga a reanimar el corazón, a aligerar la pesada carga y que camine con nosotros como lo hizo hace tiempo en el camino a Emaús.
Tome el camino, el camino solitario, con valor y sin temor; listo para el viaje cuando las sombras del crepúsculo desaparezcan. Dios, cuyo amor es omnipresente, ¿nos abandonará en ese momento? ¿Se olvidará del pacto que ha hecho con los hombres?
—Patience Strong